martes, 4 de abril de 2017

La Baulera. Algunas apiladas de Borocotó

Rescatamos un texto de las famosas Apiladas de Ricardo Lorenzo (Borocotó). 

Borocotó se destacó como una de las mejores plumas de El Gráfico durante 30 años. Sobre él, está escrita esta semblanza en el portal del Círculo de Periodistas Deportivos. "Ricardo Lorenzo (Borocotó), llegó desde Montevideo y trabajó en El Gráfico durante casi treinta años. Fue desde colaborador hasta director. Escribió sobre todos los deportes. Desde la sección 'Apiladas', que ocupaba la última página, logró un impacto tan importante que la revista comenzaba a leerse desde atrás hacia delante. Tras su firma quedaron notas, reportajes, cuentos, poemas inolvidables y hasta el nombre y la idea del querido Sacachispas. Escribía con palabras simples, con un gran conocimiento de distintas especialidades. 

Transitó las rutas detrás de pelotones de ciclistas, siguió las huellas de los autos de carrera, trotó de una cancha a la otra, caminó los links incansablemente. Y un día dijo: 'Nada fue un sacrificio, simplemente fue un placer'. Tenía una llegada directa con la gente, que quizás tenía que ver con su origen humilde que nunca olvidó. Su seudónimo, que rememoraba la cadencia del candombe en los tambores de los mulatos uruguayos, se trasladó a su pluma, vibraba en sus relatos y acuñó un nombre que es seudónimo de periodismo deportivo: Bo*ro*co*tó*. Borocotó. 

El siguiente texto es de 1929. Como verán, el hombre sabía de qué se trataba la historia.

Fútbol, nada más que fútbol. Antes y después de la comida; de mañana, tarde y noche; a cualquier hora y en cualquier lugar; en la calle, en el campito y en el estadio. Fútbol, nada más que fútbol. En Quilmes, Avellaneda, Belgrano y más allá; en el rincón más lejano e ignorado, fútbol, siempre fútbol. Y cuando terminan los partidos, hablar de fútbol, seguir viviendo el fútbol, Y de noche, en la rueda del café o en la estancia solitaria en reñido match con el cimarrón, continuar con el fútbol. Siempre renovado el tema y siempre el mismo. Y largos años para evocar cuando abrimos el baúl de nuestros recuerdos y comenzamos a sacar estampas de jugadores, amarillentas por el olvido*. Siempre sigue el fútbol; vivimos su vida y hacemos su historia. Si no existiera. ¿Qué sería de nosotros? Payadores sin guitarras, típicas sin bandoneones, gauchos sin pingos; nos perderíamos entre la multitud municipal y espesa que vaga por las avenidas en las tardes domingueras. No tendríamos tema; seríamos capaces de leer editoriales*. Parece que hubiéramos nacido en un potrero y que nuestro arrullo hubiera sido el repiquetear de un globo, pues sentimos ansias nunca satisfechas de ver fútbol. No sospechamos ni remotamente el lejano día en que nuestra pasión perderá su intensidad. Se nos ocurre que nunca. 

Acaso lleguemos a abuelos para llevar nuestros nietos a los futuros grandes estadios. En ellos evocaremos tardes de nuestra juventud y buscaremos entre los jugadores al Cherrito dibleador. Ya con cerrazón en la memoria, hallaremos las fechas de referencia recordando el fútbol: "*eran los tiempo de Bosio* era por el veintinueve*" La cabeza blanqueada con la escarcha de muchos inviernos y el rostro surcado por las arrugas de muchos años; apoyados con el bastón marchando hasta el potrerito cercano para apreciar el arte de la novísima generación. Nuestra memoria será un archivo de cosas de fútbol. El corazón, ya como caballo marchador que no levanta un trotecito, con su voz temblorosa y vacilante nos dirá cosas de fútbol. Y cuando hay esté por empacarse, cuando aparezca la de la guadaña para conducirnos al estadio desconocido, acaso le preguntemos: "¿Se juega bien en tus pagos?". ¡Siempre el fútbol, desde pibes hasta más allá de la misma vida!

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