jueves, 27 de abril de 2017

Diego Lucero, un personaje mundial

El genial periodista uruguayo tuvo la particularidad de presenciar todos los mundiales de fútbol hasta que nos abandonó. Un personaje insoslayable para el “ruido de pelota” de los tiempos que nos tocan vivir…

Por Diego Zelonka, socio del CIHF.


A lo largo de los años, los mundiales han sufrido infinidad de variantes. Su organización, el número de seleccionados participantes y los países y ciudades que fueron sede son sólo algunos de los cambios que se sucedieron desde aquella lejana primera cita de Uruguay 1930. Equipos que, partiendo de jugadores que sorprendían por su destreza, maestría y habilidad para tratar la pelota, deslumbraron por su forma de jugar. O sistemas que se fueron perfeccionando con el tiempo hasta llegar a ser lo que hoy llamamos “táctica” y “estrategia”.

Pero hay algo que, por ser la esencia del deporte, no pudo ni podrá modificarse jamás: la pelota. El “balón”, el “esférico”, nunca perdió su identidad. Aunque varíen los colores, los gajos o la marca, siempre será redonda. Y siempre querrá descansar en las redes del arco, preferentemente en el del rival.

Así, desde aquel Uruguay ’30 hasta Estados Unidos ’94, los mundiales tuvieron una singularidad. Algo que tampoco se modificó. La presencia de Luis Alfredo Sciutto, conocido también por el seudónimo de Diego Lucero.

Este gran periodista uruguayo, ya fallecido, tiene la particularidad de haber sido la única persona en el mundo que cubrió todos los mundiales de fútbol, consecutivamente, desde 1930 hasta 1994. Lucero nació el 14 de junio de 1901 en el barrio Bella Vista de Montevideo. Trabajó como empleado de una compañía de telégrafos llamada Western, fue dirigente sindical y jugador de fútbol, desempeñándose en la posición de número cinco, en los clubes Suárez, Lito, Bella Vista y Nacional. Su habilidad y destreza para la práctica del fútbol lo llevaron al seleccionado, en el que tuvo un paso fugaz hasta 1929, año en que decidió “colgar” los botines para dedicarse al periodismo.

Escribió sus primeras notas cuando todavía era jugador, para los diarios La Tribuna Popular y El Imparcial. Luego creó y dirigió el periódico Marcha, fue fundador de El Nacional y de Radio El Espectador, como así también periodista de El Plata.

Luis Alfredo Sciutto era su verdadero nombre, pero muchas veces firmaba sus crónicas como Ciriaco Sirio, Wing, Perico Pérez, Primo Chirola y José del Solar, hasta que adoptó finalmente el seudónimo de Diego Lucero.

En 1935, mientras Argentina sufría la llamada “Década Infame”, Italia todavía festejaba su primer mundial y el mundo comenzaba a conocer aún más a Benito Mussolini y a Adolf Hitler, decidió radicarse definitivamente en Buenos Aires, trabajando para el diario Crítica y como corresponsal de Radio Carve y del periódico El Pueblo, dos medios uruguayos. Diez años después se incorporó a Clarín, siendo participe del nacimiento de ese diario.

A lo largo de su carrera como periodista, se entrevistó con los personajes más importantes del Siglo XX. Benito Mussolini, Luigi Pirandello, Albert Camus, Pablo Picasso, Federico García Lorca, Indira Gandhi, Francisco Franco, Ben Gurión, Juan Domingo Perón, Hipólito Yrigoyen, Humberto de Savoia, Moshe Dayan y David Alfaro Sequeiros, son sólo algunos de los notables con los que compartió un reportaje, con la curiosidad de que estas notas iban firmadas con su verdadero nombre y apellido.

“En cada viaje que hice estuve interesado en reflejar la situación política, social y cultural de cada país, y en descubrir a sus personalidades más importantes. En los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, me dediqué toda una tarde a tomar datos para un artículo sobre los gestos y movimientos de Adolf Hitler, que estaba a 10 metros de donde estaba yo”, recordó alguna vez.

Cuando comenzó la Guerra Civil en España, el diario uruguayo El Pueblo lo envió como corresponsal. “Un grupo de soldados nos detuvo cerca de Madrid, y uno de ellos ordenó que nos fusilaran. ´Tres a cada uno y apuntar a la cabeza´, gritó el militar que había dado la orden. Hasta que apareció un oficial que pidió interrogarnos. Eso nos salvó”, contó el periodista. Quedó libre por una gestión directa de Franklin Roosevelt, por entonces presidente de los Estados Unidos, que se enteró de su situación y se ofreció como mediador.

Pero su gran pasión por el arte, lo popular y el fútbol lo relacionó naturalmente con este deporte. A través de los comentarios de los partidos en su columna semanal Minuto 91, creó un estilo propio, con prosa colorida, sabia, traviesa, costumbrista, con mucho lunfardo. El lector se adentraba fácilmente con la pizca de fantasía en medio de tantas realidades y emociones. Sus notas se editaban con una caricatura suya de perfil que, como lo definió León Benarós, daba justo su imagen parecida a “un italiano del norte”. Y la firma del seudónimo al pie, con su propia caligrafía.


A menudo se valía de dos personajes suyos, la Ciriaca y Pata´e Catre, a quienes les hacía expresar sus verdades futboleras. El suyo era el lenguaje del tablón, como él mismo lo bautizó. “Cada crónica que escribía portaba un germen lírico y barrial”, dijo sobre él Jorge Valdano.

Además de Clarín, colaboró en los diarios Mayoría, El Día, El Popular, La Razón y varios de Montevideo, así como en las revistas Primera Plana, La Maga y El Clásico. Escribió el libro, por el cual fue galardonado, “Roberto Noble, un gran argentino”, que trató sobre la vida del fundador de Clarín. Otra obra de su autoría fue “Siento ruido de pelota”, editado en 1975, y el titulado “10.000 horas de fútbol” (editado en 1996, tras su muerte, recopilación de Enrique Escande). Otras de sus pasiones, además de la escritura, fueron la pintura y la escultura.

Por su trayectoria fue premiado con las mayores distinciones que otorgan la Asociación del Fútbol Argentino, la Confederación Sudamericana de Fútbol y la FIFA, la máxima autoridad del fútbol mundial. Este premio se lo había dado especialmente, el por entonces presidente de la entidad, João Havelange, durante el transcurso del Mundial de fútbol que se realizó en 1994, en los Estados Unidos.

Diego Lucero dejó este mundo el 3 de junio de 1995. A causa de un paro cardíaco, murió en el Centro Oncológico Manuel Gonnett de la ciudad de City Bell, partido de La Plata, cuando estaba próximo a cumplir 94 años. Desde entonces escribe con su maestría y lenguaje único, las crónicas de los mundiales celestiales.


Tapa del libro “Siento ruido de pelota” de Diego Lucero, Editorial Freeland, Buenos Aires (1975).

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